Hay varios tipos de anticoagulantes, algunos pinchados y otros por “boca” (vía oral); pero todos ellos tienen un objetivo común: evitar la trombosis. O, como algunos de mis pacientes dicen: “hacer la sangre más líquida” (aunque no es exactamente así).
Pero primero que todo, ¿qué es una trombosis? ¿Y un trombo?
Un trombo es un coágulo de sangre. Es un proceso que se da de forma natural si nos hacemos una herida (por ejemplo) y que permite que dejemos de sangrar. Pero, a veces, se produce por otras causas dentro del propio vaso sanguíneo. Por ejemplo:
- Dentro de una arteria (un tipo de vaso sanguíneo que oxigena el cuerpo) del corazón o del cerebro. Dando lugar a infartos de miocardio o ictus.
- Dentro de una vena de la pierna (por ejemplo: en la trombosis venosa profunda en la pierna). En esos casos hay que tratarlo también porque es peligroso. El trombo o coágulo se puede soltar y viajar a los pulmones (lo que los médicos llamamos “tromboembolismo pulmonar”).
- Dentro del propio corazón. Esto es más frecuente con ciertas arritmias o problemas del latido cardiaco como, por ejemplo, la fibrilación auricular.

Si tú o tu familiar están en una de estas situaciones, es probable que les hayan recetado un anticoagulante o antiagregante (tipo “aspirina” — ácido acetilsalicílico —).
Para empezar a hablar de tipos de anticoagulantes haremos esta distinción:
- Antiagregantes: como el ácido acetilsalicílico. No es un anticoagulante exactamente sino un antiagregante, su mecanismo es diferente y son “menos potentes” en el sentido de que, si te haces una herida (por ejemplo) no vas a sangrar tanto. Se encargan de que las plaquetas no se pequen entre sí, uniéndose en forma de coágulo. Es frecuente tomar antiagregantes después de un infarto o ictus para prevenir nuevos episodios.
- Anticoagulantes: hay muchos tipos.
- Antagonistas de la vitamina K: El más conocido es el “Sintrom”. En realidad, su principio activo es el acenocumarol. También existe la Warfarina, que es parecida. En estos dos casos hacen falta analíticas frecuentes, que en España se hacen en los centros de salud, para ajustar la dosis. Es muy importante hacer el seguimiento del INR (un valor de la coagulación) para tener la dosis correcta. No es bueno ni que coagules mucho (que es lo que queremos evitar) ni lo contrario (porque te expones a mayor riesgo de hemorragias).
- Heparina: la más conocida es la pinchada en la barriga (concretamente, en un pliegue de grasa, su administración es “subcutánea”). Se suele usar en las trombosis venosas. Evitan que el coágulo se haga más grande y se desprenda, pudiendo llegar a los pulmones (algo potencialmente mortal). Se puede poner en casa, con el entrenamiento previo adecuado por parte de un profesional (tu enfermera te puede mostrar cómo se pone).

- Nuevos anticoagulantes orales: como el dabigatran, apixaban y otros. Siempre pautados por un médico (como todos los anteriores). Se trata de anticoagulantes más modernos que necesitan menos controles (se vigila la función de hígado y riñones para saber que tu cuerpo los puede eliminar bien y no te hacen daño). Pero no hacen falta tantas analíticas y pruebas como con el acenocumarol o Sintrom. Tienen menos interacciones con medicamentos y comidas.
Como nota final, SIEMPRE tendrán que ser mandados por un médico, no te automediques (y menos con algo tan delicado). Y, si te los pautan, es porque los necesitas. Tampoco deberías dejarlos por tu cuenta.
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